LA NAVIDAD DE CELIA
Hace
mucho tiempo, allá por el año 1993, en una pequeña casa a las
afueras de un pueblo de Madrid, vivía una niña llamada Celia con
sus padres, Carlos y Lisa. Todos los años, la pequeña Celia estaba
ansiosa por que llegara la Navidad; menos este año. Al ver la
pobreza que había en su casa, perdió todas sus esperanzas. Antes de
dormirse decía:
-Quiero
una Navidad perfecta como
la que tienen todos mis compañeros. Con un regalo bonito me
conformo.
El
día anterior de Navidad y de que viniera Papá Noel, Celia estaba
triste; sus padres seguían pobres y no podían poner árbol de
navidad, guirnaldas y tampoco podían hacerle un regalo bonito.
Después de cenar se fue a dormir pero, al despertar, se encontró en
una habitación mucho más grande que la suya, con un montón de
peluches, juguetes... Celia se asustó y se fue en busca de su padre.
Al salir de esa habitación tan hermosa y grande, se encontró con
una mujer de mediana edad que le dijo:
-¿Dónde
va tan alterada, señorita Celia?
Celia
apenas contestó. Salió corriendo como una bala en busca de su
padre. Cuando lo encontró, estaba tan asustada que apenas se
entendía lo que hablaba. Su padre le dijo:
-¿Qué
te pasa, Celia?¿Por qué estás tan asustada?
-¿Dónde
estamos? ¿Quién es esa mujer?
-Tranquila,
esa mujer es Amalia, la criada, y estamos en nuestra casa.
Como
Celia no se lo creía, fue en busca de su madre. Cuando la encontró
le dijo lo mismo que a su padre.
Celia
por fin era feliz. Tenía un cuarto lleno de juguetes y su casa era
gigantesca, lujosa. Celia fue corriendo a su habitación a jugar con
sus juguetes nuevos pero, aunque tenía muchos, se aburría y se le
ocurrió ir a la casa de su amiga Liliana. Al salir de casa se dio
cuenta de que todo el mundo la miraba mal. Cuando llegó a casa de
Liliana, Celia oyó unos pasos que probablemente eran de su amiga.
De pronto vio cómo abrían la puerta y salió su amiga, que le dijo:
-Márchate.
Mi madre no me deja juntarme contigo.
Celia,
entristecida, volvió a casa en busca de su madre para contarle lo
ocurrido. Cuando se lo contó, su madre le dijo:
-Celia,
cariño, no es bueno que salgas a la calle. La gente nos desprecia y
nos mira mal desde que somos ricos Por eso la madre de Liliana no la
dejó jugar contigo.
Celia
lo comprendió todo y se fue, de nuevo triste, hasta su cuarto. Esa
noche como todas, Celia volvió a hablar con Dios y le dijo:
-Aunque
estoy contenta por no ser pobre, prefiero mi vida de antes. Esa en la
que, aunque era pobre, tenía amigos.
Dicho
esto se fue a dormir y cuando se despertó, estaba en su habitación
antigua. Celia salió corriendo hacia el comedor, donde se encontró
un regalo pequeñito. ¡Era una muñeca preciosa que llevaba un
vestidito! Después de haber estado jugando con la muñeca, buscó a
sus padres, con quienes celebró la Navidad. ¡Ah! Y con su nueva
muñeca, a la que llamó Lola.
Esa
noche, como siempre, volvió a hablar con Dios, pero esta vez le
dijo:
-Ahora
sí que estoy contenta, porque he comprendido que prefiero una
navidad pobre y con amigos, a ser rica y no tener a nadie con quien
jugar.
Claudia Alcalá Chacón 1º A
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