Relatos ganadores Navidad 2015
Primer ciclo:
LA MAGIA DE LA NAVIDAD
Por Paula Torres Sánchez 1º A
En un pequeño barrio de Londres (Inglaterra) de nivel económico medio, vivía una familia adinerada que era dueña de una gran empresa de muebles tallados a mano que se vendían muy caros, sus empleados trabajaban muchas horas cada día y recibían poco dinero por su trabajo. La familia tenía muchas tradiciones, la más importante para ellos era celebrar la Navidad, pero lo que a ellos le importaba en realidad de esa fiesta eran los regalos y adornos y no sabían valorar su magia.
En los días previos a la Navidad, se dedicaban a viajar por muchos lugares para comprar todos los adornos exclusivos que podían conseguir para que su casa fuera una de las mejores adornadas de todo el barrio. Gastaban mucho dinero en colgaduras, alumbrado, flores, árboles de navidad... hasta los renos que colocaban de adorno en los jardines eran de pelo de visón auténtico, junto con su gran trineo rojo y verde lleno de bolsas de regalos, con un Santa Claus que parecía que realmente tiraba de las riendas y conducía a los renos, sus balcones estaban adornados con largas tiras de colores y campanas metálicas amarillas que parecían de oro. Encargaban mucha comida, desde tapeo, mariscos, carnes, hasta tartas que recibían de otros países y sin dejar atrás los vinos y el champagne que tomaban en cada una de sus celebraciones.
En realidad desperdiciaban mucha comida que directamente tiraban a la basura sin pensar en esas familias que darían lo que fuera por solo probar un bocado de algunas de sus comidas.
También eran espectaculares sus regalos navideños: colgantes de diamantes, relojes de marca, un coche y para los niños los últimos videojuegos y tecnologías que había en el mercado, aunque luego se cansaban muy pronto de ellos y no los usaban.
Pasada la Navidad, todos los miembros de la familia volvieron al trabajo, creyendo que habían sido el centro de atención y los más felices del barrio. En realidad no sabían lo que estaban diciendo porque todos sus vecinos pensaban lo contrario y murmuraban que no tenían cariño entre los miembros de la familia.
Poco a poco la empresa recibía menos pedidos, los trabajadores hacían menos muebles cada vez, porque la gente se modernizaba y compraba otro tipo de muebles más baratos y modernos que también eran buenos. Pasaron unos meses y la empresa no pensó en cambiar su estilo de muebles y tuvieron que empezar a despedir trabajadores hasta el punto de que la empresa se fue a la ruina y por ello la familia no tenía dinero.
De nuevo quedaba poco para volver a ser Navidad y la familia estaba muy preocupada por no saber cómo iban a pasarla, pensando que sería su peor Navidad sin tener ningún tipo de lujos a su alcance y se volvieron a equivocar, la familia se reunía para reparar los adornos de años anteriores, pensaban entre todos menús baratos y fáciles de hacer porque ellos no habían cocinado nunca, ya que en años anteriores contrataban a cocineros para hacerles un manjar para cada ocasión.
Poco a poco la familia se fue uniendo, pasaban más ratos juntos en casa, contaban historias, se divertían y así ahora comprendían por qué años atrás los trabajadores se quejaban de estar poco tiempo con sus familias.
Llegó la Navidad y lo pasaron mejor de lo que creían, se dieron cuenta de que habían sido unos ingenuos porque ahora tenían diálogo y cariño entre ellos, hasta cantaban villancicos, valoraban lo que tenían y ahora no les importaba lo que los demás hicieran o dejaran de hacer, porque ellos eran felices; ahora sabían lo que era la Magia de la Navidad y lo que más les dolía era pensar en toda aquella comida que habían malgastado tirándola a la basura y el dinero que se gastaban tontamente.
Pero su magia no acabó aquí, al tener tanto tiempo en casa pensaron en buscar soluciones para su empresa y para poder volver a contratar a los trabajadores que desde entonces no tenían otro trabajo y decidieron hacer muebles modernos, más baratos, para tener más pedidos. A los trabajadores les pagaban lo que les pertenecía y así fue creciendo la empresa de nuevo. Ya no malgastaban el dinero que ganaban porque cada Navidad se acordaban de lo que habían hecho y se sentían mal.
Entonces decidieron donar el dinero que ganaban a asociaciones que se dedicaban a darle comida, ayuda y regalos a familias necesitadas para que todos pasaran felices navidades.
MORALEJA: El dinero no da la felicidad; vale más estar felices en familia.
Segundo ciclo:
LA
INESPERADA NAVIDAD DE JULIA
Por
Soledad Alcalá Chacón 4ºB
Era
una noche muy esperada, especialmente para Julia. Esa misma noche
cumpliría sus ansiados 16 años. Todos los años su madre preparaba
la cena, su padre se encargaba de la decoración navideña de la casa
y ella y su abuelo, se encargaban de la parte mas especial de la
noche, por lo menos para ella. Los dos se sentaban en el viejo sofá
del salón y comenzaban a leer un libro nuevo, de los miles y miles
que su abuelo llevaba guardando con especial cariño desde hacía
años. Para Julia y su familia esa noche era distinta de las
anteriores, sobre todo para ella. Hacía unos meses, su abuelo había
fallecido y desde entonces nada era igual.
Nochevieja era la noche más especial para su abuelo; le encantaba que toda la familia se reuniese, olvidasen sus problemas y tuvieran sus típicas largas charlas, acompañadas de risas y de alguna que otra copa de champagne. Pensó que a su abuelo le habría gustado que la tradición familiar continuara. Él era muy inteligente y se adaptaba a todo, pero no le gustaban demasiado los cambios. Decidió bajar y ayudar a sus padres. Era muy trabajadora y siempre les ayudaba en todo lo que podía, aunque en ese momento, lo único que la impulsó a bajar fue el hambre.
-Mamá, ¿has terminado de hacer la cena? -preguntó Julia con impaciencia.
-No, cariño, me falta un poco. ¿Por qué no vas a ver cómo va tu padre? No me fío mucho de su gusto para las decoraciones; a él se le da mejor cocinar -dijo su madre riendo. Ella siempre estaba bromeando, era su manera de liberar el estrés.
Después de ayudar a su padre con la decoración y de que su madre terminara la cena, puso la mesa y se sentó a esperar al resto de la familia. Julia se sentía rara; ese había sido su momento favorito de la Navidad desde que apenas sabía hablar y ahora solo le quedaba el recuerdo, un maravilloso recuerdo. El sonido de unos pasos y las voces de sus tíos la sacaron de sus pensamientos.
-Julia, cariño, ¡felicidades! ¿No estás creciendo muy rápido? -dijo su tío Lucas. Él era su tío favorito, siempre estaba de buen humor y no había día que no viniera con una sonrisa en la cara.
-¡Felicidades, cariño! Toma, espero que te guste -dijo su tía Mónica, entregándole un pequeña bolsa y limpiándole los churretes a su pequeño Hugo.
-Muchas gracias. Llevaba queriendo este libro desde el año pasado -dijo Julia, con gran entusiasmo.
Se pondría a leerlo en cuento terminara de comer, no podía esperar más. En ese momento su madre avisó de que era la hora de cenar y todos fueron al salón, sentándose en sus respectivos sitios. Su familia tenía pequeñas tradiciones y esa era una de ellas. Después de terminar de cenar, la madre de Julia fue a la cocina a por el postre mientras los demás invitados charlaban y Julia abría sus regalos.
-Espero que os guste; la he hecho yo. Tu favorita, Julia. -dijo su madre, repartiendo en pequeños trozos la gran tarta de chocolate.
-Carol, está deliciosa; cada año te superas más -dijo el tío Lucas, que parecía que quería repetir.
-¡Se me olvidaba! Julia, tu abuelo nos dio un regalo de cumpleaños para ti; nos dijo que era exclusivamente para cuando él faltase -dijo su madre, con un poco de tristeza en los ojos.
-¿Sí? ¿qué es? -preguntó Julia con los ojos brillantes.
-Ábrelo tú, cariño - dijo la madre de Julia, entregándole un pequeño sobre.
-Vamos a salir a la terraza, para que puedas leerlo en privado -dijo su padre.
Julia abrió el sobre. Dentro había una carta que parecía antigua, como si la hubieran escrito hacía años. En la carta decía:
Querida Julia:
Ante
todo, ¡feliz cumpleaños! Parecía ayer, cuando te cogía en brazos
y te sentaba en mi regazo, leyéndote un libro, hasta que te quedabas
dormida. Puede que ya no este allí contigo en persona, pero quiero
que recuerdes que siempre estaré allí. Me has dado el regalo más
grande, mi querida Julia, por ello quiero darte este pequeño regalo.
Te cedo mi querida habitación de lectura o, como tú llamabas de
pequeña, “El fuerte del Abu”. Quiero que ahora sea tuya. Para
muchos no es gran cosa, pero sé que para ti es especial. Cuando me
necesites, ve allí. Te espero. Te quiere,
tu abuelo.
Ni
las lágrimas que corrían por sus mejillas ante el recuerdo de su
abuelo, le impidieron salir corriendo hacia arriba, a la increíble
biblioteca de su abuelo. Se quedó frente la puerta, dudaba sobre si
entrar o no, volver a vivir aquellos momentos o seguir con el
recuerdo. Al final, decidió entrar. Cuando abrió la puerta, la
invadió un olor a libro antiguo, el olor de su infancia. Ella la
recordaba como una pequeña habitación con una estantería llena de
libros, dos sillones de seda negros y una pequeña pero iluminada
ventana. Llevaba sin entrar desde que tenía 6 años y por accidente
casi rompe una de las estanterías. A su abuelo no le importó mucho,
pero su madre le prohibió que entrara sin su abuelo o sin ella. Su
madre conocía muy bien lo importante que era esa habitación para
él. Ahora era una habitación bastante grande, con muchas más
estanterías, una gran ventana y varios sillones colocados en
círculo. Las estanterías eran tan altas, que tenía que montarse en
una escalera para llegar al último estante. Julia sintió un poco de
melancolía, eran muchos recuerdos, pero de momento sintió una
alegría especial. Se sentó en uno de los sillones y mientras
contemplaba aquella habitación, pensó en cada uno de los momentos
que pasó con su abuelo.
Él siempre le decía, que la Navidad abría los corazones cerrados, que era un momento único, en el cual, cualquier tema de conversación era interesante; daba igual si era la repetida historia de todos los años o el debate sobre el partido que echaron el día de antes; lo que a él siempre le importaba, era la persona que tenía delante. Su abuelo siempre había sido muy filosófico, siempre sacaba lo bueno de todo y de todos.
-Te echo de menos, abuelo; me encantaría que estuvieras aquí conmigo, que contaras tus típicas historias una y otra vez, como lo interesante que encuentras que nos comamos 12 uvas y no 10 u 8 - pensó Julia por primera vez, sin lágrimas en los ojos. Es más, estaba sonriendo.
Se asomó por el hueco de las escaleras y vio que la celebración iba para largo. Pensó que pasaría un rato leyendo los libros de su abuelo, antes de bajar. No sabía por cual empezar, había tantos... Decidió coger el primero de la estantería. En cuanto empezó a leerlo, se sintió feliz, no podía para de leer, cada capítulo hacía desear leer el siguiente. En un movimiento para pasar de página, una esquina de la portada del libro se despegó, mostrando una doble hoja. Julia intentó volver a pegarlo, pero no podía. Para que no se notara, comenzó a despegar completamente la portada, mostrándose la verdadera. Julia se extrañó al verlo y comprobó si los demás eran iguales. Como sospechaba, todos y cada uno de los libros tenían una portada falsa. Lo más extraño es que todos estaban firmados por las iniciales H.S, las iniciales de su abuelo, Hugo Sartori. Julia se dio cuenta de que aquella habitación era tan importante, porque contenía cada una de las historias que su abuelo creaba y plasmaba en aquellos libros, todas sacadas de su ingeniosa imaginación.
Tardó un rato en asimilar aquello. No podía creer que su abuelo fuese su escritor favorito, el que la llevaba a mundos tan diferentes y especiales. Iba a ir a contárselo a su familia pero decidió no hacerlo. Su abuelo llevaba guardando el secreto durante años y ahora se lo había confiado a ella. Recogió todo y se dirigió a la puerta para salir y seguir celebrando Nochevieja con su familia.
De repente, se fijó en un pequeño libro; era muy antiguo y casi no se podía ver el título. Julia lo cogió, quería saber qué contaba su abuelo en aquel peculiar ejemplar. Se titulaba ‘Mi queridísima Julia". Entre las hojas, se hallaba una pequeña foto; en ella se veía a su abuelo con un pequeño bebé. Con lágrimas en los ojos, Julia leía reconfortadamente cómo su abuelo había escrito sobre ella desde que era un bebé hasta los primeros años de su adolescencia. Se fijó en que en la última página había una pequeña nota. En ella decía: Julia, mi pequeña, veo que has descubierto mi secreto; sé que lo guardarás bien. Creo que los recuerdos son esenciales en la vida y, ¿qué mejor forma de guardarlos que en los libros? Ahora te toca ti.
Julia adoraba a su abuelo, siempre hacía inolvidables sus Navidades. Miró el reloj y vio que ya era tarde. Cerró la puerta y bajó con una gran sonrisa, a reunirse con su familia.
-Al parecer te ha gustado el regalo del abuelo, ¡llevas horas arriba! -dijo su madre, feliz de verla tan entusiasmada.
-Sin duda alguna, me ha encantado -dijo Julia.
Después de celebrar aquella larga noche, Julia se fue a su habitación y se acomodó en la cama. Se sentía inspirada y decidió seguir los pasos de su abuelo. Cogió el pequeño libro y escribió…
Era una noche muy
esperada, especialmente para Julia. Esa misma noche cumpliría sus
ansiados 16 años…
No hay comentarios:
Publicar un comentario