Cuentos ganadores del concurso "Cuento de Navidad" organizado por el Departamento de Lengua y Literatura.
COMPROMISO DE NAVIDAD
Era 16 de diciembre, solo
quedaban unos días para Nochebuena y cómo no… para la entrega de
notas.
Raúl estaba nervioso, pensaba en
las vacaciones que le esperaban; cena con la familia, reuniones de
amigos y los deseados regalos, aunque había algo en su interior que
le decía que no todo sería tan idílico y divertido.
El trimestre había sido duro,
había trabajado pero quizás no tanto como cabría esperar.
-¡Bueno!,
-pensó él-, quizá no haya hecho lo suficiente pero tal vez con un
poco de suerte…
Un día, durante el almuerzo,
hablando con su padre, comentaron un plan de estudio en el caso de
que sus notas no fueran buenas.
-
¿Cómo? ¿que tendré que estudiar?, ni pensarlo -dijo él con genio
y enfado.
-
Debe ser así, Raúl, -dijo su padre con autoridad.
-
Yo he estudiado y ahora quiero mis regalos y mi descanso en Navidad.
Sus padres preocupados no paraban
de hablar entre ellos:
-
Teníamos que haber sido más duros con él.
Mientras Raúl ya imaginaba su
Navidad, castigado, sin fiestas con los amigos y estudia que te
estudia.
Un día, viendo que Raúl estaba
triste, enfadado y preocupado, sus padres le pusieron un plan, un
compromiso:
-
Todo puede arreglarse, nada es irreparable, Raúl. Solo es necesario
trabajo, disciplina y buena voluntad, -le dijo su madre.
Sin esperar al día de las notas,
Raúl reaccionó y pensó que sus padres tenían razón, puede que no
hubiese estudiado lo suficiente, pero la magia de la Navidad despertó
en él el interés que unos meses atrás no había tenido,
excusándose y postergando siempre sus tareas.
El día de Nochebuena, Raúl le
prometió a sus padres trabajar y no dejar nada para el último
momento, así ellos estarían orgullosos de él. Tuvo regalos, fiesta
y mucha diversión pero el mejor regalo fue la lección aprendida.
¿Que cuáles fueron sus notas?
Nunca lo sabremos, desde esa Navidad nada fue igual para Raúl, su
vida cambió, atrás quedó el Espíritu de las Navidades pasadas y
el Espíritu de las Navidades presentes se instaló para siempre en
su vida.
Fin
Rafael
Antonio Fernández Acero 2ºA
UN
VIAJE DE CUENTO
Érase
una vez una niña llamada Marina, de 12 años. Vivía en una casa
enorme, con sus padres, en el pueblo de Moriles.
Eran
unas frías navidades y ella se encontraba en su habitación leyendo
un libro: La isla del tesoro.
Faltaban pocos días para Reyes y su madre, ansiosa por saber qué
quería, le dijo:
-Hija,
¿qué quieres para estas navidades?
-Mamá,
no quiero nada; no me hace falta nada. Lo único que me gustaría es
que el dinero de mi aguinaldo lo dones a los pobres niños del
orfanato.
La
madre, con extrañeza, respondió:
-¿De
verdad que no quieres nada? ¿Ni un libro para leer?
-De
verdad, mamá; no necesito nada.
El
día de Reyes llegó y, como bien dijo Marina, todo su dinero del
aguinaldo fue para el orfanato. Pero su madre no quería que su hija
pasara las navidades sin ningún regalo; así que finalmente le
compró un gran libro sobre la historia de la Navidad.
El
libro llamó mucho la atención de Marina; era muy largo, de unas 500
páginas y tenía una gran portada plateada con un niño en el
centro.
Enseguida
y, muy contenta, se fue para su habitación a leerlo. Se titulaba
“Gran viaje” y
hablaba de un chico llamado Carlos, alto y moreno, que en unas
navidades decidió, junto con sus padres y sus tíos, visitar nuevos
lugares, entre ellos las pirámides de Egipto.
De
repente, Marina apareció en lo más alto de una de las pirámides y,
muy sorprendida, siguió leyendo algo sobre una visita a la selva del
Amazonas cuando… ¡allí apareció!, en medio de la selva, sola y
muerta de miedo.
En
ese momento, un gorila la vio y ella, muy asustada, salió corriendo
sin parar. El gorila la siguió hasta que Marina, agotada, ya no pudo
correr más. Pero entonces cayó en un gran agujero que era un viejo
laberinto subterráneo que los indígenas usaban para cruzar de lado
a lado la isla. Perdida en ese gran laberinto, tras casi dos horas, y
sin apenas aire fresco, pudo encontrar la salida. Desesperada, se
puso a escalar un árbol para que los animales no la atacasen.
Abrió
el libro y leyó que tras este viaje nadie de la familia de Carlos
decidía el lugar de las siguientes vacaciones. Así que optaron por
pasar tres días de Navidad en casa, pensando en otro destino.
De
esta forma, Marina apareció en su cuarto. Muy contenta por haber
regresado y a la vez confusa, decidió no leer más ese libro. Cenó
con su familia tranquilamente sin contar nada de lo sucedido a nadie,
y se fue a la cama.
Al
día siguiente, como de costumbre, partió temprano camino a la
escuela. Pero ya no podía guardar más su secreto y decidió
contarlo a su mejor amiga, Rosa. Pero esta no lo creía y quería ir
a casa de Marina para que le mostrara ese libro mágico. Comieron
juntas y llegaron sobre las cinco a casa de Marina. Las dos
comenzaron a leer el libro, que esta vez trasladó a las chicas a la
Gran Muralla China.
Al
principio, Rosa no se lo creía. ¡Incluso se pellizcó en la mejilla
para saber si estaba soñando! Pero no, todo aquello era real. Se
quedó quieta, pálida durante unos segundos y después miró a su
amiga. Empezaron a reír a carcajadas.
Más
tarde, tras horas caminando por aquella enorme muralla, decidieron
volver y leer de nuevo el párrafo donde se decía lo de los tres
días en casa. Cuando aparecieron de nuevo en su habitación, Rosa le
dijo a Marina que se lo contara a sus padres; pero Marina se negó a
hacerlo.
Rosa
volvió a su casa y Marina consultó su reloj… ¡solo habían
pasado treinta minutos! Sin embargo, ella juraría que en la Gran
Muralla habían transcurrido bastantes horas. Era algo muy extraño.
Marina,
sospechando el gran mal que podría hacer el libro, prefirió
deshacerse de él y seguir con sus libros comunes que, igualmente la
trasportaban a otros mundos, pero sin peligros. Así que en un
momento de soledad, sin sus padres en casa, bajó al salón y allí,
en la enorme chimenea de piedra, dejó prender el libro entre los
troncos ardientes.
Las
cenizas quedarían allí para siempre como un suave recuerdo de todos
aquellos lugares que visitó. Nadie más sabría que había estado
allí.
Fin
Carmen
Belén Fernández Luque 1ºB
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